martes, 18 de febrero de 2020



Las dioxinas (policlorodibenzodioxinas) son una familia de sustancias químicas que tienen el dudoso honor de ser reconocidas como los productos químicos más tóxicos que el hombre ha sido capaz de sintetizar. Forman parte, junto los furanos (paradiclorobenzofuranos), asimismo altamente tóxicos, de una familia química más amplia: los organoclorados.


Esquema químico de las dioxinas


Esquema químico de los furanos


Los organoclorados son las sustancias que resultan de la unión de uno o más átomos de cloro a un compuesto orgánico (estos últimos, constituyen la base de la materia viva y están formados por átomos de carbono e hidrógeno fundamentalmente). Aunque esta unión puede ocurrir de forma natural, la inmensa mayoría de estas sustancias se forma artificialmente. Por ejemplo, la industria química combina gas cloro con derivados del petróleo para crear:
  • pesticidas (DDT, lindano)
  • plásticos (PVC, PVDC)
  • disolventes (percloroetileno, tetracloruro de carbono)
  • refrigerantes (CFC, HCFC)
Así hasta sumar más de 11000 productos diferentes.

Cuando se blanquea el papel con cloro, o se utiliza éste como desinfectante en el tratamiento de las aguas, o se quema algún producto clorado, se crean nuevos organoclorados. Al introducirse en el medio ambiente y sufrir reacciones con la luz, otros compuestos químicos o agentes biológicos, vuelven a generarse nuevos productos de este tipo.

De cara a valorar su impacto ambiental, hay tener en cuenta las siguientes características:
  • Son muy estables. Permanecen en el aire, el agua y el suelo cientos de años, resistiendo los procesos de degradación físicos o químicos
  • No existen en la naturaleza, salvo en un par de excepciones, por lo que los seres vivos no han desarrollado métodos para metabolizarlos y detoxificarlos. Resisten por tanto la degradación biológica
  • Son más solubles en grasas que en agua, por lo que tienden a bioacumularse (migran desde el ambiente a los tejidos de los seres vivos


Efectos biológicos

En el caso de las dioxinas, citaremos el último informe referente a estas sustancias de la Agencia del Medio Ambiente (EPA) de EE.UU, publicado en septiembre de 1994. Según este informe:
  • las dioxinas producen cáncer en el ser humano
  • dosis inferiores a las asociadas con cáncer ocasionan alteraciones en los sistemas inmunitario, reproductor y endocrino
  • los fetos y embriones de peces, aves, mamíferos y seres humanos son muy sensibles a sus efectos tóxicos
  • no existe un nivel seguro de exposición a las dioxinas
El mismo informe afirma que las fuentes principales de generación de dioxinas son, por orden de importancia:
  • la incineración de residuos
  • las fábricas de pasta de papel que usan cloro o dióxido de cloro como agente blanqueante
  • la fabricación de PVC
Este informe ha venido a corroborar tristemente las consecuencias de lo sucedido en Seveso. En 1976 se produjo un accidente de una planta de fabricación de tricloroetano, próxima a la localidad italiana de Seveso, que liberó al ambiente miles de gramos de dioxinas. Trece años después del accidente que mató a 73.000 animales domésticos y obligó a la evacuación de 700 personas, se han documentado aumentos en la frecuencia de cánceres de la sangre y del sistema linfático entre la población afectada.



Recientemente, han ocurrido dos escándalos acerca de contaminación de alimentos con dioxinas. Por un lado, el escándalo ocurrido en Bélgica acerca de la contaminación de los pollos, huevos y carne, y cuyas causas no fueron aclaradas del todo, hacen sospechar de la contaminación de los piensos empleados para alimentar estos pollos por aceites de origen industrial que contenían PCBs (un organoclorado pariente directo de las dioxinas). En cuanto a lo ocurrido en Francia, el contenido de dioxinas en la leche de las vacas de la zona de Lille, obligó a prohibir su consumo; y a cerrar temporalmente tres incineradoras de RSUs de los alrededores, sospechosas de haber contaminado la atmósfera y entorno vegetal en muchos kilómetros a la redonda de sus puntos de emisión.

En España, de los miles de compuestos organoclorados producidos, utilizados y emitidos al medio ambiente, sólo se han reconocido los efectos negativos de una docena de ellos: el DDT, los PCBes, y otros pesticidas y disolventes.

Mientras en el resto de Europa se buscan soluciones para frenar la creciente contaminación por dioxinas, la sociedad española permanece ajena a este peligro, y las administraciones no solamente lo ignoran, sino que además se muestran reticentes a prohibir la fabricación de productos que contienen o crean dioxinas, rehúsan las tecnologías industriales que evitan su formación, y promueven la construcción de plantas incineradoras, que son su principal fuente de emisión.


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