“Yo de mayor quiero ser científica”, afirma María, una
adolescente que participa en una de las actividades de Física de la Semana de
la Ciencia. Le preguntamos que por qué, a lo que responde: “Quiero ser
científica como mis padres”. María es una afortunada. Porque su padre es
científico y, sobre todo, porque su madre también ha podido serlo. Y ella
quiere seguir sus pasos. ¿Tendrá las mismas oportunidades que sus compañeros
varones? Hoy, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la
Ciencia, investigadoras y alumnas de distintas ramas de la Universidad
Complutense de Madrid responden a esta reflexión a través de su experiencia,
oportunidades, desigualdades y esfuerzos invertidos en sus caminos científicos.
MARÍA
MILÁN | Del vasto listado de ganadores/as de Premios Nobel, entre las 49
mujeres galardonadas –frente a los 844 hombres–, se encuentra un caso especial:
una madre y una hija. Marie Curie, la única mujer con dos de estas estatuillas
(en Física y Química) y su hija Irène Joliot- Curie (también en Química). Ellas
son el mejor ejemplo de la mujer y la niña en un reconocimiento científico
predominantemente masculino que a veces olvida que ellas también hacen ciencia.
En territorio nacional, el
porcentaje de mujeres premiadas mejora un poco el panorama de los Nobel, pero
sigue siendo muy inferior: solo el 18% de los galardones de ciencia que se
otorgan en España recaen en mujeres, según un informe de la Asociación de
Mujeres Investigadoras y Tecnólogas.
Para reivindicar la igualdad de
oportunidades en la ciencia, la Asamblea Nacional de Naciones Unidas proclamó
el 11
de febrero Día Internacional de las Mujeres y las
Niñas en la Ciencia, pues la ciencia y la igualdad de
género son vitales para realizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible,
incluidos en la Agenda 2030.
Según las últimas cifras de la
Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación recogidas en el
informe “Científicas en Cifras” de 2015, aunque el
porcentaje de investigadoras españolas es superior al de la media europea
(54,5% frente a un 52,4%), en lo que se refiere a altos cargos de
responsabilidad, como el de rectoras, este baja. Un techo de cristal evidente.
En un año marcado por el
movimiento feminista #metoo (a mí también) en el mundo de las artes escénicas,
en el de la ciencia la iniciativa 11 de febrero congrega a todas
las actividades que a lo largo de estos días conmemoran el Día Mundial.
Investigadoras y alumnas de
Física, Filología y Medicina de la Universidad Complutense de Madrid ponen su
granito de arena y alzan la voz para decir que ellas (también) hacen ciencia. Y
muy bien hecha.
De la
mujer…
En carreras como Física, el
número de mujeres investigadoras no llega al tercio, según Científicas en
Cifras. En ese tercio pelea a diario María Varela del Arco, investigadora del departamento de
Física de Materiales. “La carrera científica es apasionante.
Uno tiene días buenos y no tan buenos, pero nunca hay dos iguales”, asegura.
Una de las figuras estrella de
la facultad y merecedora de una beca Proof of Concept del ERC, Varela
lleva años a sus espaldas estudiando, entre otras cosas, la caracterización
avanzada de materiales mediante microscopía electrónica con resolución atómica
o el magnetismo y la superconductividad.
Consciente
de ese techo de cristal y de la infrarrepresentación de la mujer en la cúspide
de la pirámide, personalmente no ha encontrado grandes diferencias por el hecho
de ser mujer en su campo de investigación. “Considero que he disfrutado del
mismo tipo de oportunidades que mis compañeros”, afirma.
A unas cuantas paradas de
autobús del campus de Ciudad Universitaria se encuentra Patricia Cañizares,
investigadora del departamento de Filología Clásica. Rama muy
distinta a la de Varela pero a la que, sin embargo, define con la misma palabra
que la física: apasionante.
“¿Por qué dedicarse a la
investigación?”, le preguntamos. “Para la carrera investigadora el requisito
necesario es la vocación. Si existe, junto con la pasión, es una carrera
fascinante y sumamente satisfactoria, a pesar de las dificultades. Sea del
ámbito de la ciencia que sea”, contesta.
Miembro de dos grupos de
investigación de la facultad, entre término y término latino y exitosas
actividades en la Semana de la Ciencia de la UCM, Cañizares describe que uno de
los mayores retos de las investigadoras es “luchar para que se den las garantías
que permitan que las mujeres puedan desarrollar sus carreras sin renunciar a
una maternidad de calidad. La consecuencia de estos cambios ocasionaría un
mayor número de mujeres jóvenes liderando proyectos, algo que sin lugar a dudas
redundaría en beneficio de la ciencia”
Sobre este último punto, las
jóvenes, hace hincapié María Luz Cuadrado. “Las niñas y jóvenes muchas veces
tienen un excelente rendimiento académico y, sin embargo, acaban renunciando a
desarrollar todo su potencial. En todo momento deberían estar convencidas de
que la satisfacción de sus aspiraciones científicas es compatible con su vida
personal”, opina la investigadora del departamento de
Medicina de la UCM y miembro del grupo de Neurociencia clínica.
Sin saber de dónde saca tiempo,
Cuadrado hace malabares entre la docencia y su actividad en el servicio de
Neurología del Hospital Clínico San Carlos. Y además,
investiga porque, para eso es experta en este órgano, dice que cuando más
satisfacción intelectual encuentra el cerebro humano es cuando descubre algo
nuevo.
En cuanto a la situación de la
mujer en la biomedicina, la neuróloga destaca que, aunque son muchas las que se
implican en proyectos de investigación, son pocas las que llegan a liderarlos.
“Supongo que ese techo de
cristal está determinado fundamentalmente por factores externos, pero las
mujeres también arrastramos algunos condicionamientos internos, como la
asimilación de ciertos estereotipos o un menor espíritu competitivo. Pero desde
luego que no por diferencias de capacidad”, añade.
…a la
niña
Varela, Cañizares y Cuadrado ven a diario en las aulas a cientos
de niñas (ya no tan niñas) de las que un porcentaje, si les dejan, seguirán sus
pasos en la investigación. Entre todos los consejos que les darían, están el
que no pierdan la vocación y sí el miedo, que se sientan capaces, curiosas, con
vocación e ilusionadas. Como sentencia la neuróloga, “el cerebro femenino es
también cerebro investigador”.
Sara Palermo y Andrea Vioque
forman parte de ese grupo que, hace nada, pasaron por las aulas de la UCM y que
están recién iniciadas en el mundo de la investigación, pues ambas cursan un
máster: la primera de Filología Clásica, la segunda de Física Teórica.
Como jóvenes que son, vienen
pisando fuerte y con las ideas claras. “Una jornada a la mujer en la ciencia me
parece lo mínimo. Me gustaría que fuera algo más compartida, con más
participación y ganas de exponer la cara, adentrándose con fuerza y pasión en
el sentimiento”, reivindica Palermo, una italiana que vino a España de Erasmus
y ya se quedó porque encontró en este país mejores oportunidades para su
desarrollo profesional.
Aunque a lo largo de sus años
como estudiante no ha vivido situaciones discriminatorias, la filóloga confiesa
que se ha encontrado con “personal docente un poco machista que a veces ha
puesto en dificultad a unas compañeras”.
Al igual que ella, Vioque
tampoco se ha sentido tratada peor que a sus compañeros varones, si bien echa
en falta compañeras de su sexo en la facultad de Físicas. “Por eso, creo que la
celebración del 11 de febrero es necesaria, acercar la cultura científica a las
niñas”, declara.
De sus compañeras de profesión
dice que se le ha contagiado su perseverancia y gran capacidad de esfuerzo,
trabajo y superación. Ella, desde niña, sintió esa vocación por investigar, gracias
a los/as profesores/as que se cruzaron en su camino.
En esta idea insiste Cuadrado,
la neuróloga de la UCM: “Además de, por supuesto, unas medidas políticas y
normas que fomenten la participación de la mujer en la investigación, se
requieren acciones educativas para que las niñas puedan sentirse capacitadas y
animadas a seguir el camino científico”.
A María, la niña con la que
comenzaba este reportaje, le queda cada vez menos tiempo para decidir su
carrera y, una vez dentro de ella, decidir su futuro. Pero si con 14 años tiene
claro que quiere ser científica, ¿por qué impedírselo? El día de la mujer y la
niña en la ciencia, cada vez con más peso, es la excusa perfecta para
reflexionar, luchar e igualar.